lunes, 23 de mayo de 2011

VOLVAMOS AL CAMPO

Hugo Guiliani Cury


El Batey Central de un ingenio azucarero era en nuestro país, el ejemplo de un pueblo pequeño y organizado. Estos tenían sus calles asfaltadas, aceras, su iglesia, la escuela, un dispensario médico, un campo para jugar pelota, un área recreativa y un almacén para venta de comida y ropa. Sus viviendas estaban en buen estado y organizadas según la posición que ocupaba en el ingenio quien la vivía.


Si el ingenio azucarero era propiedad de norteamericanos este en adición tendría un Hospital, un Club Social, un campo de golf, una piscina, canchas de tenis y una pista de aterrizaje para pequeños aviones. La seguridad del área era controlada por los llamados “Guardias Campestres” que eran empleados del ingenio. La recogida de basura, la energía eléctrica y el agua eran proporcionadas por el ingenio azucarero.


El Batey que tengo en mi mente como ejemplo de eso es el que pertenecía al ingenio Barahona.
Estos bateyes eran un ejemplo de comunidades dedicadas a sus labores agrícola-industriales y donde todos sus habitantes tenían trabajo y se vivía adecuadamente y en forma organizada.


A medida que fueron desapareciendo nuestros ingenios azucareros lo mismo fue ocurriendo con los bateyes. Este ha sido uno de los impactos negativos y no cuantificados del proceso de arrendamiento y cierre posterior de los ingenios azucareros.


Los complejos agro-industriales con sus campos sembrados de caña y de otros cultivos, así como las locomotoras, los puertos de embarque del azúcar y de las melazas eran parte de nuestro desarrollo agrícola-industrial. Estos a su vez motorizaban al comercio de la zona donde estaban localizados y descentralizaban las actividades económicas del territorio nacional. Ese ejemplo del cercano pasado algo nos debió haber enseñado.


Nuestros países al ser copiadores de los modelos económicos que nos traen desde otros países, hemos cometido grandes errores por la forma en que hemos conducido el desarrollo de nuestras economías. Uno de esos errores se cometió en la forma que se hizo el proceso de privatización de los Ingenios Azucareros Estatales y cuyo resultado ha sido la desaparición de esos centros productivos y sus Bateyes.


Hasta hace unas décadas nuestro país era mayormente rural y hoy es urbano. La agricultura era nuestro principal sostén y sus campesinos vivían en pequeñas y limpias casitas mientras que nuestras principales ciudades eran también pequeñas, agradables y manejables. Hoy en día es todo lo contrario. El crecimiento urbano se nos ha ido de la mano y algunas de nuestras ciudades como Santo Domingo se han convertido en lugares invivibles que yo denomino como “Junglas” por lo desordenadas, caóticas y sucias que son. Su tamaño y complejidad desbordan la capacidad de gestión de nuestras autoridades edilicias.


Hemos fallado pues aun habiendo logrado altas tasas de crecimiento económico, las disparidades entre nuestros ricos y pobres son extremas. Eso es más visible en nuestras ciudades que están rodeadas por barrios llenos de miseria. Una gran parte de los dominicanos han perdido el sentido de lo importante que es la familia, el trabajo y la honestidad. En nuestras clases altas y medias urbanas predomina el hedonismo y el materialismo. Mientras que los más pobres tratan de sobrevivir robando, asaltando y otros caen en el mundo de las drogas.


Hay que hacer un esfuerzo para cambiar a nuestro país. No es una tarea fácil pues se necesita una clara convicción de lo que se quiere hacer. Una forma de comenzar es revaluando nuestras actuales políticas agrícolas y formulando políticas territoriales. Es en cierto sentido una vuelta al pasado en lo referente a las políticas agrícolas y poblacionales pero es una forma de tratar que las desigualdades poblacionales y regionales sean menores.


Volver al pasado teniendo el presente y el futuro presente es necesario. Recuerdo que a finales de los sesentas el Presidente de la Republica Dominicana, Dr. Joaquín Balaguer, tuvo un encuentro en Barahona con los principales representantes y las fuerzas vivas de todo el Suroeste.


En esa ocasión mi padre era el portavoz de la región y le reclamo al Dr. Balaguer que los recursos financieros del Estado deberían ser volcados en la educación y en inversiones en el campo y no en las ciudades. Indico también que la forma en que la Reforma Agraria había sido concebida, resultaría en un fracaso y que se necesitaban hacer cambios. Agregando que no se deberían construir multifamiliares en Santo Domingo y que eso provocaría mayores desigualdades y un éxodo del campo hacia la capital, lo que daría lugar a la formación de los cinturones de miseria que ya existían en otras ciudades latinoamericanas como Caracas.


En esos momentos de su discurso improvisado dio varios golpes con su puño en la mesa que tenia al frente y miro fijamente al Presidente de la Republica. Las masas del suroeste allí congregadas aplaudieron por un largo rato y el Dr. Balaguer se paró de su asiento para darle a su viejo amigo un largo y fuerte abrazo.